La Humanidad



El último segundo del último minuto del año. Eso sería el tiempo que lleva la humanidad en la Tierra si ésta tuviera una edad de doce meses.

Y sin embargo, ese ser casi recién llegado, posee una capacidad para modificar el entorno en el que vive que ningún otro ser vivo del planeta tiene.

Por una parte puede parecer lógico que un mundo en constante evolución termine creando algo mucho más avanzado que con lo que empezó. Pero tampoco sería ilógico pensar que el camino podía haberse truncado (antes o después de la aparición del hombre), que en realidad hubiera sido lo más lógico.

Desde este punto de partida, llegar a la conclusión de que todo forma parte de un plan, no es descabellado. Consecuentemente, deducir que si hay algún tipo de plan es que alguien o algo lo ha diseñado, tampoco sería incorrecto.

El ser humano siempre ha tenido la pulsión de creer que algún tipo de ente superior está por encima de todo esto, y no ha sido hasta la llegada de la ciencia empírica, cuando ese planteamiento se ha puesto más seriamente en tela de juicio. Si no se puede probar la existencia de una divinidad, es que no la hay.

A partir de ahí, todo el proceso evolutivo no es más que la sucesión lógica de unos acontecimientos. De hecho, que estemos hoy aquí y que el proceso no se haya cortado antes, sigue siendo fruto del azar.

Sin embargo no toda la comunidad científica es tan taxativa en ese sentido. El mismo Albert Einstein aceptaba la existencia de una divinidad que no dejaba las cosas al azar, que “no juega a los dados”. Incluso en la actualidad, e independientemente de las tendencias religiosas, místicas o trascendentes que siempre han estado a la cabeza de las creencias más o menos oficiales, ha surgido una nueva idea, un nuevo postulado: el Diseño Inteligente. Merced a él, los científicos que lo propugnan explican que en el proceso evolutivo de la vida en la Tierra existen incontables pasos que, para haberse llevado a cabo, necesitan un “impulso” que difícilmente puede atribuirse a la casualidad. Especialmente cuando se encuentran con que una de esas casualidades da lugar a otra y que la que parecía primera también viene precedida de algunas más. No lo llaman directamente Dios, Divinidad, y en realidad no le ponen nombre, pero admiten que hay un “algo” que ha trazado el plan. Un plan que no tenemos idea de por dónde va a discurrir, pero que prosigue.

Y haciendo gala del último gran descubrimiento de la vida en este planeta, de la mente pensante, en realidad nada nos dice que el proceso haya terminado.

La Naturaleza primero creó un soporte físico que hubo de perfeccionarse durante miles de millones de años hasta llegar a la creación de seres complejos. Luego introdujo algo menos mecánico en su funcionamiento, algo que alberga lo que llamamos sentimientos y que se ha dado en llamar plano sentimental, astral o vital y que es una evolución del paso anterior.

Desde la aparición del primer organismo simple al primer complejo pasaron muchos más años que desde la aparición del segundo hasta que llegó el mundo sentimental. Menos tiempo aún hasta que se da un paso más, y en ese último segundo del hipotético año de vida de la Tierra, aparece la mente pensante. Y el ser vivo que la posee es capaz de hacer en ese mínimo lapso de tiempo, cosas que jamás se habían hecho en todos los segundos restantes del año.

Entonces… ¿hemos llegado ya a lo máximo a lo que podemos llegar? ¿La Naturaleza ha trabajado tantos miles de millones de años para llegar a esto y quedarse aquí? ¿Es el género humano todo lo que puede dar de sí esa inmensa fuerza creadora?

Demasiado jaleo para tan poca cosa. Por poco que nos pongamos a pensar, nos viene a ese mental la idea de que el proceso sigue en marcha, que el camino no ha acabado. Pero no sabemos cuál será su continuación, porque si estamos en la etapa mental… ¿qué habrá después? ¿Sólo dar vueltas a la misma y perfeccionarla, o ir más allá y trascenderla?

Complicada pregunta para el primer estadio en el que es posible preguntarse por sí mismo. Porque es sencillo llegar a la conclusión de que no estamos al final y después hay mucho más, pero ¿cómo puede la mente con sus limitados –aunque grandes- recursos, conocer algo que aún no se ha producido y de lo que no hay pista alguna, porque es nuevo incluso para la propia Naturaleza?

Quizá sea cierto que no damos más de sí, que hemos llegado a lo máximo a lo que podemos llegar, pero si la cosa no es así, hay un trabajo que hacer.

Tal vez sería necesario contactar con ese “ente diseñador” para que nos diga algo, pero ¿cómo?

Desde luego, partiendo del plano mental es imposible llegar más allá del propio planteamiento. Pero quizá poniendo en marcha las herramientas que la Naturaleza nos ha dado, “jugando” con el físico, el sentimental y el mental como nunca se ha jugado hasta ahora, consigamos abrir otra puerta, o al menos la llave.

La llave de algo que no se ha abierto jamás.

2 comentarios:

Yoquin dijo...

Magnífico. Permíteme un pero a la última frase. La llave, tu, yo y el 99.9 % de la humanidad no la hemos encontrado. Pero hay algunos que sí parecen haberla encontrado y tratan de ayudarnos en su búsqueda. Aunque esto último, de momento, tampoco puedo asegurarlo.
Me encanta tu blog.

Rafael dijo...

Claro que no la hemos encontrado todavía, pero me parece que lo importante en el esado actual es buscarla. Ya la encontraremos porque está ahí. Hasta entonces creo que deberíamos seguirnos preparando.

Y sí, creo que algunos la han encontrado o al menos la han vislumbrado. Y también creo que han dejado señales. Otra cosa es que lo veamos.

Gracias. Espero que te siga gustando.

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